El día clarea y mis ojos se niegan a permanecer cerrados. Esta pasada noche tuve un sabroso sueño pero, como siempre, se desvaneció al duro contacto con la realidad. Trato de rememorar las circunstancias que lo rodearon pero, nada; siempre igual cuando se trata de algo digno de recordar. Suena el despertador. Las sábanas ondean descontroladas a derecha e izquierda formando un amasijo de telas mientras las piernas se atreven, con inseguros conatos de escapada, a buscar la incerteza de un nuevo amanecer. Por fin descienden de la altura que la cama le impone y un ligero temblor las posee al contacto con el suelo. Restriego mis ojos sin el más mínimo recato y apoyando mi mano sobre la cama, las piernas flexionan hacia arriba gimiendo como un gato enjaulado y las rodillas castañean también quejumbrosas.” Joder, cada vez sufren más con el esfuerzo”. Me desperezo con un bostezo enorme parecido a un lamento, mientras el aire que se encontraba concentrado en mi estómago, sale de su escondite en forma de dos sonoros trompetazos acompañando el movimiento; “tenían que salir por alguna parte”. Me dirijo hasta la taza donde puntualmente, como cada mañana, depositare los detritos acumulados en mi estomago el día anterior. A mi lado, sobre el lavabo, está el libro de turno que me acompaña en mis regulares visitas a esta “oficina”; pero no es momento de entretenerme en su lectura y mi mente trata de recordar lo ocurrido durante la última sesión. La historia, un hecho real ocurrido en Vilamarxant en 1971, no me es indiferente: en un segundo plano asistí a los acontecimientos que desembocaron en la tragedia y me deja un mal sabor de boca; lo que yo percibí en su momento difiere básicamente de lo que cuentan las páginas.
Un vaso de leche. Me visto. Ato el perro. Saco el coche. Desato el perro y me dirijo al trabajo. Me pregunto qué me deparará el día. “¡¡¡CAPULLO MIRA POR DONDE VAS!!!” un poco más y me lo llevo por delante. Estoy perdiendo facultades?. Cada vez me resulta más difícil enfrentarme a las situaciones que el alumnado, con indiferencia, me plantea. Desidia, dejadez, “mesinfotisme”; así nos va. Un pequeño descanso. Refrigerio. Abro el periódico. Casos y más casos de corrupción; el roba-gallinas en la cárcel; el juez apartado de sus funciones por toda la eternidad; los sinvergüenzas que nos llevaron a la situación extrema en que vivimos, campan ufanos con una impudicia que da asco. ¡¡¡VAYA MIERDA!!!
Vuelvo a casa; me refugio en mi estudio y el color me inunda de nuevo. Paz…paz…más sosiego…Mi cabeza lo necesita¡¡¡BASTA YA COÑO!!!
¡Que temperamento tiene el buen hombre! durante el relato, pero en un momento de este te quedas intrigado ¿Que pudo pasar en 1971 que le hizo soñar de nuevo? Y la vida sigue.
«Todo lejos» de Alfons Cervera. Un beso Carlota.