Nada
Ese día decidió no hacer nada; ni tan siquiera abrir los ojos. Permaneció acostado con los brazos cruzados sobre su pecho y las piernas estiradas. Su mente voló por el infinito hasta encontrar… nada. Fue en ese momento cuando supo que algo no iba bien. Siempre fue capaz de pensar en algo y traducirlo sin problemas. Casi podía tocar cada uno de sus pensamientos; pero esta vez, nada de nada. Tampoco los recuerdos acudieron a su mente. Solo un punto de luz en la lejanía, era lo máximo a lo que pudo aspirar y se fue acercando a él lentamente con la innata curiosidad de aquel que aspira a ver por mirar, pero sin la acuciante necesidad de encontrar algo, aunque sea por conocer. Pero tampoco pudo vislumbrar nada. En ese preciso instante decide levantarse de la cama, pero no puede: algo le impide moverse. Desea gritar qué pasa cuando, de improviso, un pensamiento acude en su auxilio: quiere verse así mismo tal y como se encuentra en esos momentos y…lo consigue; acostado en el lecho, su mujer e hija le visten para el sepelio.