“Si el tiempo fue capaz de guardar corazón tan fuerte entre sus ramas, es, porque la luz que lo iluminó a lo largo de su vida, encontró el calor y la voluntad necesarias para sortear los innumerables avatares que la vida le ofreció”
Pobre y necio en su ignorancia, él, se vio identificado con las palabras que, aquel ser, pronunció.
Más tarde, cuando el sol dio un respiro a sus almas, y el bosque llenó de voces su don, con avaricia, lo arrancó del lugar que tan donosamente ocupó, a lo largo de los años, y lo instaló en su pecho.
Poco duró la osadía de su empeño. Marchito, cayó a pedazos del nuevo lugar que ocupaba, y las hojas y ramas, fenecieron por la pobreza de la luz que iluminaba su nueva estancia.