Fría como…

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Su vida, arde como el sol. O eso me contaron. Pero oculta tras sus pestañas una mirada fría, como sus entrañas. ¡Cuántas veces, después de recorrer el camino, supe de ella sin tan siquiera conocerla! Es de esas cosas que, sin querer, se adhieren a tu memoria y te obligan a rastrear tus recuerdos sin saber, a ciencia cierta, en qué momento se produjo y porqué se produjo. Pero ahí está. Solo sé que, por curiosidad, quise conocerla.

Un día la encontré como… por casualidad. Poco después salimos a diario. Mientras, las risas y confidencias se alternaban en nuestros encuentros y el deseo, por nuestros cuerpos, permanecía ausente de nuestras prioridades.  Así que…no sé; pienso que, inconscientemente, la buscaba. Un día, de improviso, llegué a su casa. La puerta estaba abierta y entré, sin decir nada, extrañado por la situación. Hacía el amor, con un hombre, en su cama. Entonces ocurrió el hecho fatídico que, desde entonces, me acompaña: mi corazón es un tímpano de hielo que vaga a la deriva por el océano de mis fracasos, a la espera de que, la luz, de calor a mis sentidos.

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