La voz se convierte en luz cuando,
un ser,
inocente,
clama su deseo por vivir y el sonido,
late entre los recovecos del vacío existencial.
Este,
se aferra al espacio que le circunda,
y anclado en la luz ,
la distancia,
a veces insalvable,
aísla el sufrimiento del dolor y reverbera entre la tierra,
en forma de simiente esperanzadora,
que busca alimentar el ego,
viciado,
de una conducta.
Es en ese momento cuando,
él,
se aferra a la vida y,
el anhelo,
frente a un lamento,
acecha agazapado entre los pliegues de la mente.
Ante esa tesitura,
cuando la desesperación hace presencia en la vida del incauto,
la injusticia se ceba en él.
Es indigno.
Es cruel.
Es inhumano.