Nada más que nada

Nada más que nada
No recuerdo el instante en que te dije sí. Escarbo entre las brumas que envuelven la situación en que se produjo, pero me veo incapaz de situarme en el momento preciso. De lo que sí estoy convencido es, de que fue una situación extrema de la que no pude escapar y por el anhelo en que vivía ese instante, me dejé llevar por los impulsos lascivos de mi inconsciencia y, ahora, en este preciso instante, deseas que pague por aquello que tu defines como un acto generoso; ahí radica la inconsciencia de ese acto y también, de ser cierto, del mío. No existe la generosidad cuando disfrazas tus palabras con la miel que embelesó mis sentidos para, a continuación, pedir lo que mi conciencia es incapaz de ofrecerte. Repito: no recuerdo el instante en que el sí, apareció en mis labios y me comprometió con algo, para mí, tan obsceno. Lo siento; no estoy dispuesto a pagar precio tan alto por algo que ni tan siquiera mi recuerdo, es capaz de ubicar. No me importan tus lágrimas ni tampoco tus amenazas. Esa promesa, para mí, no existe. Tú me diste, yo te di, y estamos en paz.

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