…y me dirigí allá donde los sueños irrumpen con estruendo entre las rocas que protegen nuestro corazón, y el oleaje que define nuestro ímpetu enaltece el sentido de lo humanamente correcto. Pero, como siempre, nada hallé. Miento: unas pequeñas migajas esparcidas entre las brumas de la ignorancia y como no, ahí si pude discernir entre el desengaño que produce el paso de los días en nuestros recuerdos, y el desencanto en que nos sumimos cuando creemos que, los sueños quedan atrás y el presente ejerce su presión en nuestra mente hasta que elimina lo diametralmente opuesto a la sabiduría. Una vez más me equivoqué y, otra vez más, la frustración hace mella en mí. Pero después, como siempre, me siento a gusto conmigo mismo al comprobar lo bien que me llevo con ella: mi ignorancia.