… te encontré. Estabas entre el color que inundaba de recuerdos tu mente y desde la distancia que domina el mundo de los sueños. Creo que me hablaste; pero mi ignorancia cegaba mi mente y los deseos, aquellos que nunca compartiste, obnubilaron mi memoria hasta el extremo de verme como un simple títere. Recorrí los caminos a la búsqueda de la razón que diera sentido a mi existencia y, por fin, encontré la mano inocente que mueve los hilos de mi demencia. Soy como una navaja pero, sin filo. Lo perdí cuando te hablé de mis deseos, y castigaste mi osadía secando la lengua que lamía tu nombre y apartando de tu camino la humanidad que me daba identidad. Nada soy por ti. Ahora es todo lascivia en mí.