Accedo al interior de tu mirada,
y veo el sol ardiente que, sin piedad,
golpea mis sentidos, y me conmina a pensar que,
tú, deseas mi dolor y, así, laceras
mi luz absorbiendo mi vida.
Solo me queda esperar
el momento oportuno en que, tú,
decidas transigir en tu empeño para,
a continuación, permanecer en ti, dar vida
con mis palabras a tu silencio y apagar tu fuego,
con mis lágrimas.