El viento susurra,
mil voces,
pronto al destierro
de la feroz sequia
en que la luz,
atrae las ánimas
sedientas,
enquistadas,
en su ramaje de estío
junto al fuego,
por el dolor
en la desdicha,
humillada la floresta,
por la carencia de humildad,
ante la desgracia
ya consumida.