Fue un deseo inocente
el que llegó,
entrada la mañana,
y partió cual rayo oneroso,
contrito por la escarcha
y benevolente en su desvarío.
Creyó cautivar con su presencia
pero no pudo adivinar su caída.
Esperó retardar la añoranza
pero sintió su deseo ignorado.
Esperó sí;
pero la distancia
se convirtió en un calvario
y su mundo se vio,
una vez más,
camino al olvido.